El rol de los objetores de conciencia LGBT y mujeres en Turquía

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Doğu Durgun es estudiante de doctorado en Filosofía en el departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Sabanci en Estambul, Turquía. Tras graduarse en Economía en la Universidad de Hacettepe, obtuvo un máster en Ciencias Políticas por la Universidad de Galatasaray. Actualmente trabaja en un análisis histórico comparado de la objeción de conciencia en Turquía e Israel, y aquí nos ofrece una introducción a la influencia que las mujeres objetoras de conciencia y el colectivo LGBT han tenido en el movimiento de OC en Turquía.

El servicio militar obligatorio para todos los ciudadanos varones es uno de los medios por los que se perpetúa la militarización en Turquía. El Estado y el estamento militar obligan a realizar el servicio militar en virtud de leyes, reglamentos y procesos judiciales. Aunque perdió su fuerza hegemónica sobre la política, la fuerza militar todavía está considerada como una institución sagrada. La gente confía más en las fuerzas armadas que en las instituciones democráticas. Esta veneración institucional va codo con codo con la percepción sociocultural de la importancia del poder militar como rito de pasaje inevitable.

Desde el punto de vista cultural, el servicio militar es visto como una etapa para alcanzar el modelo de masculinidad hegemónica. Los ciudadanos masculinos cumplen con su deber para obtener un trabajo digno, casarse y "empezar una vida". “Todos los turcos nacen soldados” es un lema que sintetiza la importancia de la fuerza militar en la constitución de la identidad turca, aunque haya muchas personas que se niegan a participar en la vida militar por motivos personales, morales, políticos o religiosos. Las personas resisten el reclutamiento a través de la insumisión, desertando de sus unidades o alegando motivos de exención. Son catalogados como desertores o fugitivos por la ley militar turca y la opinión del público en general. Sin embargo, desde los años 90 en adelante, algunos hombres han formulado su objeción en declaraciones públicas y han rehusado las definiciones de desertores y fugitivos. El término “objetor de conciencia” se hizo sinónimo, en el léxico turco, de estos hombres que conceptualizan la resistencia como forma de desobediencia civil.

Este artículo reflexiona sobre la evolución del fenómeno de la objeción y sobre los retos que se encuentran los objetores debido al alto nivel de militarización en Turquía. El riesgo de encarcelamiento por el artículo 318 del Código Penal, que penaliza a los que hablan de la objeción por "alienar al pueblo del servicio militar", y las dificultades de acceso a muchos derechos fundamentales -una condición conocida como “muerte civil”, en la que los individuos no tienen acceso a la seguridad social o al pasaporte, entre otros- son algunos de los retos que afrontan los que se declaran objetores de conciencia. A pesar de que estos obstáculos son significativos, también son bien conocidos, por lo que el propósito principal de este capítulo es el de analizar hasta qué punto las dinámicas de poder dentro del movimiento de la objeción de conciencia turca están estructuradas por el militarismo, y las maneras en las que estas dinámicas son superadas por los propios objetores a medida que evoluciona el movimiento. En particular, nos centraremos en las cuestiones de sexo, género y sexualidad, al tiempo que reconocemos la importancia de otras variables de poder como la raza, el grupo étnico, la clase social, etcétera.

Durante la década de 1990, la mayoría de los objetores de conciencia eran hombres turcos de 20 o 30 años, con un cierto grado de capital socioeconómico y cultural. Su forma de rechazo era una interrupción antimilitarista, que se basaba fundamentalmente en su ética anarquista. Ellos querían crear un movimiento antibélico turco y encontrar un modo pacífico de resolver la guerra civil que se estaba librando entre las fuerzas de seguridad turcas y el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK). Para lograr este objetivo, desde 1992 en adelante, intentaron institucionalizar su lucha dentro de asociaciones de resistentes a la guerra. En tanto que antimilitaristas, esperaban cambiar las leyes, los reglamentos y las políticas del gobierno turco y de las fuerzas armadas. Conceptualizaron su rechazo a servir en las fuerzas armadas, y en cualquier servicio nacional alternativo, como un acto de desobediencia civil. Al hacerlo, querían contribuir a la colectividad más amplia a la cual pertenecían, ellos querían que su rechazo manifestara su responsabilidad política para transformar la sociedad en una sociedad pacífica y desmilitarizada.

Aunque los debates predominantes entre los objetores fueron solamente sobre guerras injustas y pacifismo/antimilitarismo en relación con el conflicto turco-kurdo, también hubo casos en los que estos hombres redefinieron los contornos del régimen de sexo y género en el país. Rechazaban reconocer el servicio militar como un deber de todos los ciudadanos varones y deconstruyeron el vínculo entre masculinidad heterosexual, servicio militar y ciudadanía. Rechazaban identificarse con una masculinidad heroica y guerrera, que reconoce amenazas internas y externas, protege la nación ante ellas y, si es necesario, conquista otros territorios. Yusuf Ergin, por ejemplo, cuestionó la imagen del servicio militar como un rito de pasaje necesario para convertirse en un “hombre de verdad”. Algunos sugirieron que ese tipo de declaraciones eran un acto de traición contra la nacionalidad, el grupo étnico, el sexo/género, y la clase social privilegiada de que disfrutaban estos hombres, y consideraban el poder militar como un agente de dominación que sustentaba jerarquías de sexo/género, de clase social, de grupo étnico y nacional, dentro y fuera del país. Tales declaraciones constituían un rechazo a convertirse en un "buen" ciudadano masculino turco de clase media, que debe estar agradecido al “padre Estado”.

El surgimiento de estas objeciones creó una división entre la objeción de conciencia como un acto puramente individual y la objeción como desobediencia civil. Los que vivían como desertores o insumisos, o los que evitaban el servicio militar mediante “informes podridos” de no aptitud, no eran considerados objetores de conciencia, ya que su rechazo no implicaba la desobediencia civil de cara al Estado, el poder militar y la sociedad.

La declaración pública como objetores de conciencia implicó una serie de confrontaciones con el Estado, el poder militar y la socie-dad. Esta política de confrontación alcanzó un punto álgido en los juicios militares y en el largo periodo de encarcelamiento militar de Osman Murat U lke (Ossi). El círculo vicioso entre tribunales militares, unidades militares y prisiones militares dio voz a los objetores. Paradójicamente, de esta manera, la lucha por la objeción de concien-cia vino a ser ampliamente conocida entre la sociedad turca, e incluso se percibía como una iniciativa heroica, que asociaba la objeción de conciencia con un acto masculino de desobediencia civil.

La cuestión de género en la resistencia: objetores LGBT y mujeres en los años 2000

El carácter masculino y heterosexual de los objetores de conciencia empezó a deconstruirse a principios de los años 2000, cuando la sociedad turca fue testigo de declaraciones públicas de objetores homosexuales, tanto hombres como mujeres. Ellos proclamaron sus diferencias de género y sexuales abiertamente ante el Estado y las autoridades militares, tanto como otros objetores. Varias mujeres y un hombre abiertamente gay expresaron públicamente su objeción al servicio militar y al militarismo en 2004 y 2001 respectivamente. Introducir las cuestiones de género en la resistencia fue un proceso arduo para los objetores y los antimilitaristas, ya que la objeción había sido asociada, hasta este momento, con los hombres heterosexuales. Pero había dudas sobre dónde situar a las mujeres y hombres homosexuales y bisexuales en la lucha, debido a que las mujeres no estaban fundamentalmente obligadas al servicio militar, y los hombres gay y bisexuales podían ser eximidos por la vía de los "informes podridos", pero solo si lograban demostrar su orientación sexual a las autoridades militares. Esto a menudo era demasiado costoso desde el punto de vista de la intimidad y la dignidad; además, la atracción por el mismo sexo todavía es considerada una enfermedad o discapacidad por las autoridades militares y médicas turcas. Cabe señalar que aunque los hombres trans corren el riesgo de ser reclutados como hombres cis (hombres cuyo género concuerda con el sexo con que uno nace), no se conocen casos de ningún hombre trans que haya servido en el ejército, lo cual crea una situación ambigua. Las mujeres trans no son reclutadas.

Estos nuevos objetores emergentes tienen agendas pacifistas y antimilitaristas similares a las de los que los precedieron. Sin embargo, también están politizando sus diferencias sexuales y de sexo/género, deconstruyendo y denunciando los discursos y las prácticas patriarca-les, machistas y heterosexistas del Estado, las fuerzas militares, la sociedad e incluso de algunos otros objetores. Aunque las mujeres no estén obligadas a cumplir el servicio militar en Turquía, conceptualizan sus actos como forma de resistencia antimilitarista contra los efectos ocultos del militarismo en su vida cotidiana. Rechazan el militarismo como ideología que perpetúa el patriarcado, y rechazan tanto ser sus víctimas como sus perpetradoras. Sus declaraciones públicas de objeción también son una crítica contra los discursos y las prácticas patriarcales y machistas que se dan entre los objetores. Aunque las mujeres han sido agentes activas del movimiento contra la guerra desde los mismos inicios, eran definidas principalmente como seguidoras. Esta idea procedía de la ausencia de servicio militar obligatorio para las mujeres. Por ello, las mujeres objetoras no eran encarceladas por su negativa.

Las mujeres, sin embargo, se arriesgan a ser enjuiciadas conforme al artículo 155 (ahora artículo 318) del Código Penal turco, aunque hasta hoy el estamento militar nunca ha actuado contra ellas. Solo han sido encausadas por participar en manifestaciones, pero no por declararse objetoras. En cambio, los objetores masculinos se enfrentan a la muerte civil y al riesgo de ser encarcelados por su condición de desertores y fugitivos. Por ejemplo, Mehmet Tarhan sufrió sentencias consecutivas de encarcelación y procesos disciplinarios. Él recuerda que su objeción fue acogida con una mayor atención y entusiasmo cuando fue encarcelado por ser gay. Su rechazo tanto al servicio militar como al "informe podrido" vino seguido de una encarcelación que, paradójicamente, le dio una voz mayor entre y más allá de otros objetores.

La ausencia de obligación militar para las mujeres va codo con codo con la falta de reconocimiento de su rol activo en la lucha de la objeción por parte del Estado y de las autoridades militares. Esto las relega aún más a un rol de apoyo dentro del movimiento de objeción. Su rechazo cuestiona el significado de la resistencia, dado que “pagar un precio por ello” no implica ser encarceladas. Las mujeres reivindican que sí pagan un alto precio por el simple hecho de ser mujeres, madres e hijas. Se niegan a seguir las reglas del juego definidas por el militarismo, que solo da voz a las mujeres en tanto que esposas y madres “abnegadas y sagradas”, o si son encarceladas por su rechazo al militarismo.

El Estado y la jerarquía militar silencian la objeción. Los objetores, los intelectuales, los periodistas y los artistas también fueron procesados en virtud del artículo 318 por sus discursos contra las instituciones militares. El objetor Halil Savda fue sentenciado a cinco meses de prisión, figuras públicas como el escritor y columnista Perihan Mağden y el cantante trans Bülent Ersoy también fueron procesados, así como muchos periodistas. Este artículo ha sido critica-do como un medio contra la libertad de expresión, pues intimida y penaliza a los que expresan sus opiniones contra el poder militar en Turquía.

Diversificar los perfiles de los objetores: formas alternativas de resistencia

Los y las objetores gays, lesbianas y mujeres heterosexuales han transformado las dinámicas de género del movimiento turco por la objeción de conciencia. No cabe lugar a dudas sobre la validez de sus reivindicaciones entre el resto de objetores. Sin embargo, si bien la crítica feminista de las políticas por la objeción de conciencia se ha reconocido como legítima entre los objetores, el legado existente de la objeción como forma de desobediencia civil aún tiene que ser deconstruido. Siguen existiendo objetores de conciencia que se definen como tales -evasores del reclutamiento, como se denominaban en los años 1990- que no ven su objeción como un acto de desobediencia civil, sino que conscientemente rechazan el servicio militar por razones persona-les, políticas, morales o religiosas. Estos ejemplos señalan un área gris del rechazo: algunos de ellos no se identifican como objetores porque asocian la objeción con un acto de desobediencia civil a través del cual alguien expresa públicamente su objeción y se enfrenta a todas las sanciones que se deriven de ello. Otros no se definen como objetores simplemente porque no tienen claro lo que significa ser objetor. Peor aún, hay personas que no disfrutan del privilegio de disponer del capital socioeconómico y cultural para adoptar esa postura política debido al alto nivel de militarización que los rodea.

Por último, hay personas gays, bisexuales y transexuales que se han declarado objetoras en los últimos tiempos en base a su identidad sexual y de género, aunque no por ello han rechazado ser objeto de un "informe podrido". Muchos objetores rechazan servir en las fuerzas armadas por sus principios de conciencia, pero temen enfrentarse a las consecuencias (como la muerte civil), y por eso buscan maneras legales de esquivar el servicio. Además, y aunque hay pocos ejemplos, los reservistas (los que ya completaron el servicio militar) también pueden declararse objetores. Con estas declaraciones, la objeción ha empezado no solamente a ser asociada con los hombres que rechazan servir en las fuerzas armadas, sino también con los que ya lo han hecho y pasaron a la reserva conforme a las leyes militares. Todos estos ejemplos crean confusión sobre el legado del debate entre el Estado, el poder militar y la sociedad, y presentan formas alternativas de declararse objetores.

Conclusión

El recorrido histórico de la objeción de conciencia y de la evolución de los perfiles de los objetores en Turquía indica una transformación de las formas en que la gente se resiste al reclutamiento. La objeción de conciencia como concepto se está convirtiendo en un ámbito de negociación en la sociedad en general. Se podría alegar que una de las razones de la confusión sobre el significado de la objeción es el alto nivel de militarización, que está muy imbricado con la hegemonía masculina en Turquía. El militarismo es una ideología que ensalza el sacrificio, el coraje y la confrontación, todos ellos conceptos profundamente asociados con la hegemonía masculina. Cuando “pagar el precio” de la objeción significa una política de confrontación que pasa por la desobediencia civil, el encarcelamiento, etc., muchas personas que se niegan a participar en la vida militar por razones de conciencia no se identifican con los objetores. Por otro lado, ya sean presos o exentos, cada objetor paga su precio de forma diferente. La asociación del rechazo con la desobediencia civil impide, hasta cierto punto, que sea aceptado por la sociedad. Ampliar el significado de la objeción de conciencia podría allanar el camino para que la opinión pública turca pueda abrazar una concepción más amplia del rechazo a servir en el ejército.

Para concluir, querría plantear una cuestión que me parece importante de cara a la ampliación del concepto de objeción. Uno de los potenciales más importantes de este fenómeno es su dinamismo. El carácter individual de la objeción crea un espacio para los nuevos agentes emergentes que presentan sus propios proyectos políticos a través de ella. Esto crea algunos retos para los activistas de este campo, pues resulta difícil crear solidaridad y colaboración entre agentes con afiliaciones políticas, culturales y sociales divergentes. Los activistas deberían estar atentos a cualquier oportunidad para crear y reforzar vínculos con otros movimientos sociales. De este modo, la objeción podría constituir una base desde la que estimular un debate entre personas que tienen reivindicaciones y valores diferentes, pero que coinciden en sus posturas antimilitaristas. Y lo que es más, las instituciones internacionales podrían servir de ayuda para mitigar la carga que recae sobre los objetores, como ha ocurrido, hasta cierto punto, en Turquía. Pero ese sería un tema para otro capítulo aparte.

Ir al siguiente capítulo: Discapacidad y servicio militar: masculinidad, discriminación y el ejército en Turquía

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