La resistencia al reclutamiento de las bandas armadas

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Igor Seke es miembro del comité de “Derecho a rechazar a matar” de la IRG - Internacional de Resistentes a la Guerra, radicado en México. Dedicado especialmente a la lucha contra la militarización de la juventud, en este texto Seke aborda cómo los jóvenes se resisten a ser reclutados por bandas armadas. Asimismo, señala la importancia de tal oposición por considerarla una forma de objeción de conciencia y, por lo tanto, parte de la resistencia a la guerra.

Lamentablemente, el ejército no es la única entidad que enlista reclutas para una guerra. En la región norte de Centroamérica, existe una campaña de reclutamiento de menores por parte de violentas agrupaciones pandilleras conocidas como "maras" que parece no tener fin. El proceso de reclutamiento consiste en tratar de sobornar a los jóvenes, ya sea con regalos, dinero, celulares u otros artículos, o haciéndoles creer que tendrán poder y estarán protegidos si son miembros de la pandilla. Honduras es el país con la tasa de homicidios más elevada del mundo, mientras que Guatemala y El Salvador ocupan el segundo y tercer lugar respectivamente. Los homicidios son perpetrados en su mayoría por miembros de dos pandillas: la Mara Salvatrucha (MS-13) y Barrio 18 (M-18). Estos grupos extremadamente violentos y armados libran una guerra contra toda la sociedad, en especial contra los sectores más vulnerables. Los menores reclutados provienen generalmente, aunque no exclusivamente, de familias de escasos recursos y en algunos casos tienen tan solo nueve o diez años de edad. Estas bandas armadas les obligan a cometer delitos como el robo y la venta de drogas, y hasta asesinatos, incluso de sus propios amigos y familiares. De este modo, las pandillas se aseguran de que sus "futuros miembros" estén completamente sometidos a la jerarquía y al poder del grupo.

Sin embargo, a medida que la juventud de Guatemala, El Salvador y Honduras ha aprendido a no creer en las falsas promesas de poder y protección, las pandillas han cambiado sus tácticas y en la actualidad su principal herramienta de reclutamiento es el miedo. Una vez iniciado el proceso de reclutamiento de un niño o niña, a veces sin que estos mismos lo sepan ―por ejemplo, al haberle hecho un favor a algún miembro de la pandilla o haber ido a una fiesta organizada por el grupo― echarse atrás resulta casi imposible. Negarse a formar parte de las maras o intentar salirse del proceso de reclutamiento a menudo se castiga con la muerte. Las maras no aceptan un "no" como respuesta ni les interesan las razones por las que alguien se niega a formar parte de ellas, ya sea por motivos religiosos, morales o de otra índole. Para muchos, la única forma de evadir este reclutamiento informal es huir a México para, si lo consiguen, llegar a los Estados Unidos. Mientras emigran hacia el norte, miles de quienes atraviesan México obtienen la condición de refugiados debido a la violencia y el peligro de muerte al que están sometidos en su país natal.

Cuando las fuerzas armadas de un Estado reclutan soldados, estas les proporcionan un uniforme. En Centroamérica, las pandillas "regalan" tatuajes a sus nuevos miembros, un tipo de uniforme que jamás podrán quitarse: todo lo que hagan dentro del grupo quedará marcado en su cuerpo para siempre. Hay muchos que intentan desvincularse de estas milicias, pero lamentablemente solo algunos lo logran, y también hay decenas de miles que cada año rechazan el "uniforme" de las maras y huyen de su país. Ellos necesitan todo nuestro apoyo y solidaridad. Debemos considerar objetor de conciencia a todo aquel que tenga la convicción de que toda persona tiene derecho a negarse a matar. Se estima que más de cincuenta mil menores del norte de Centroamérica cruzan solos la frontera estadounidense cada año[1].

Las ONG que trabajan con niños migrantes exigen que se los considere refugiados, no migrantes. La razón es muy simple: estos menores abandonaron sus hogares para huir del conflicto de las pandillas, que en este contexto no es más que otro término para designar la guerra. Sabemos que allí donde se libra una guerra, también existe una resistencia a la misma y donde exista el reclutamiento de soldados, se pondrán en marcha estrategias de evasión. La objeción de conciencia no es un término meramente legal, sino también un acto de rechazo a matar o a participar en matanzas y asesinatos, ya sea directa o indirectamente.

Este libro hace referencia constante a la solidaridad internacional con los objetores de conciencia (especialmente en el capítulo 9). Por su solidaridad con los "evasores del reclutamiento" centroamericanos, las organizaciones que trabajan en apoyo de los migrantes ―sobre todo niños, que son los que más se oponen a la guerra en este caso―, son y deben considerarse parte del movimiento de objeción de conciencia solidaria, si bien su lucha va más allá del militarismo en su acepción habitual.


[1] Bratek, Rebecca 2014, 57.000 niños migrantes recogidos en la frontera de Estados Unidos desde el 1 de octubre, de Los Angeles Times [en línea] 9 de julio de 2014, <> visto el 30 de julio de 2015.

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