La titulización de ayuda en Iraq y el fracso guiado por la humanidad, la neutralidad y la impacialidad

Frances Guy

La Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCAH) establece cuatro claros principios humanitarios por los que se debería proporcionar ayuda: humanidad, neutralidad, imparcialidad e independencia operacional1. Estas piedras angulares se definieron en la resolución 46/182 de la Asamblea General aprobada en diciembre de 19912. Dichos principios son aún hoy citados por la OCAH, pero la naturaleza de los conflictos recientes y las acciones de las agencias de la ONU y de la OCAH misma parecen socavar de forma directa los propios principios por los que la OCAH exige actuar. Quizás sea ambicioso esperar que los organismos mundiales dependientes de la membresía de los Estados nación sean capaces de actuar imparcial o independientemente. Después de todo, esa misma resolución de la Asamblea General también afirma de manera clara que “la asistencia humanitaria deberá proporcionarse con el consentimiento del país afectado y, en principio, sobre la base de una petición del país afectado”.3 Cuando el propio Estado es parte del conflicto, como en Siria, existen límites claros para tal planteamiento.

También existe una pregunta legítima sobre si la ayuda se puede proporcionar de forma neutral en un conflicto donde, como mínimo, las agencias humanitarias tendrán que negociar con muchas facciones diferentes para poder prestar asistencia. El Comité Internacional de la Cruz roja (CICR) y, de hecho, la misma OCAH utilizan ejemplos de múltiples negociaciones para demostrar su neutralidad, pero son pocas las organizaciones con semejante capacidad.4 Durante muchas décadas, los agentes humanitarios tomaron parte y fallaron en esa prueba implícita de neutralidad, con frecuencia, por una buena razón (un buen ejemplo es la asistencia a los rebeldes de Eritrea y Tigray a lo largo de la guerra civil etíope). No obstante, dos cosas cambiaron de manera explícita desde las invasiones a Afganistán e Irak: el suministro directo de ayuda por parte del ejército ha llevado al beneficiario a una relación tipo colonial y la constante titulización de asistencia limita tanto el acceso como la eficacia.

En Afganistán e Irak, las justificaciones de la invasión y los testimonios de los soldados participantes dejan en claro que las misiones rápidamente cambiaron a situaciones donde los soldados creían que estaban en una misión humanitaria, en el caso de Afganistán, para contribuir con el impulso del desarrollo económico y, en cuanto a Irak, para ayudar a traer la democracia. Otros aducen que la creación de equipos de reconstrucción en Afganistán dejó poco legado y fracasó en no darles espacio a las agencias de desarrollo no militares para crear relaciones y proveer un compromiso a más largo plazo.5 Los equipos de reconstrucción se asociaron con los objetivos políticos y militares de los ocupantes y no con los de las agencias de desarrollo neutrales o imparciales.

Es posible que la situación sea peor en Irak, donde las agencias de la ONU dependían de la protección de los soldados estadounidenses hasta la partida oficial de Irak, en 2011, del ejército norteamericano. Esto significa que, cada vez que cualquier oficial de la ONU se desplazaba por Bagdad y otras áreas fuera del Kurdistán iraquí, solo lo hacía con la escolta de las tropas de EE. UU. Cualquier visita a ciudadanos locales, cualquier entrega de suministros eran “facilitadas” por las tropas estadounidenses. Está claro que, después de la casi guerra civil de 2006-2007 en ciertas partes de Irak, se necesitó algún tipo de protección para las agencias humanitarias, pero para ese entonces EE. UU. se había convertido en ocupante y así, por extensión, la prestación de ayuda se percibió como una ocupación. Después de que las tropas partieran, la ONU proporcionó su propia seguridad para las misiones, pero mientras, las diferentes nacionalidades de la ONU y la postura no agresiva de los soldados de la ONU que brindan protección podrían pensar distinto de los miembros del personal de dicha organización. Ponte en el lugar de un ciudadano de Faluya o Ramadi que ve llegar un convoy blindado; los logos podrían ser diferentes, pero los soldados todavía están allí. Es bastante difícil que se sienta neutral o imparcial. Y ahora la ONU está atascada: la protección se ha convertido en una necesidad que se autoperpetúa. Cuanto más te desplaces en convoyes fuertemente armados, más vas a necesitar hacerlo, en parte, porque te convertirás en un blanco fácil de identificar. La ONU tiene una historia peculiar en Irak, rechazada a nivel mundial, que se relaciona con las sanciones por corrupción y falta de combustible para alimentos durante los noventa. Pero la forma de ganarse la confianza fue, podría decirse, no terminar disfrazados de ejército estadounidense: mientras que el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y UNICEF son unas de las pocas entidades internacionales que en la actualidad se las arreglan para conseguir asistencia para los necesitados de Ambar, es a través de ese prisma de ocupación por el que ellas serán vistas. Las ONG internacionales entraron en Irak, en gran medida, debido a la invasión norteamericana y, aunque muchas se esfuerzan por cumplir con los principios humanitarios y trasladarse sin la protección armada que las agencias de la ONU exigen, necesitan trabajar de manera ardua para evitar que las asocien con la ocupación.

La situación de Kurdistán es diferente, en cierta medida, por la relativa estabilidad en ese lugar, lo que significa que la ONU y otras agencias internacionales han resistido mejor la lenta y progresiva titulización de la ayuda. Es posible que las agencias de la ONU viajen por Kurdistán sin protección. Las consecuencias son que casi toda la asistencia prestada hoy por hoy a los iraquíes desplazados como resultado del crecimiento del llamado Estado Islámico se da en el Kurdistán iraquí. Las últimas cifras de la ONU sugieren que más de 2.6 millones de personas han sido desplazadas de Irak. Solo alrededor de la mitad de estas se encuentra en Kurdistán. Hay personas necesitadas en áreas de conflicto en Ambar, Nínive y Diala. ¿Dónde está la ayuda imparcial que les llega? Diría que ninguna entidad internacional sobre el terreno iraquí se atreve a negociar el acceso con las fuerzas insurgentes o incluso con los líderes tribales porque los trabajadores humanitarios se identifican ahora de forma total con uno de los lados del conflicto y la “protección” necesaria para operar en zonas de conflicto acentúa la asociación con un lado.

En Siria, es posible argumentar que las ONG internacionales se empeñan en ser imparciales: trabajan con una variedad de entidades, tanto en el Gobierno como en las zonas controladas por los rebeldes, y están dispuestas a conseguir ayuda para aquellas áreas controladas por toda clase de grupos. Sin embargo, la cantidad de asistencia que se obtiene es muy limitada y las grandes agencias de la ONU se sienten frustradas por las restricciones de trabajar dentro de los límites de un sistema que exige la aprobación del Gobierno y, con frecuencia, seguridad gubernamental.

Conclusión

La militarización y subsecuente titulización de la prestación de asistencia tanto humanitaria como para el desarrollo en Irak han limitado de manera grave la habilidad de la ONU de proporcionar ayuda a aquellos que más lo necesitan y han debilitado el compromiso mundial para una asistencia imparcial, brindada de forma independiente. En Siria, tampoco es posible proporcionar ayuda independiente, pero mediante el trabajo con una amplia variedad de grupos, las ONG internacionales han demostrado que todavía se puede ser imparcial y, así, intentar llegar a aquellos que más lo necesitan. A pesar de las dificultades, se está más cerca de implementar la visión de la ONU de brindar asistencia de forma independiente y guiada por la humanidad, la neutralidad y la imparcialidad que de la propia ONU. También demuestra positivamente que mediante el trabajo con entidades locales todavía es posible fomentar y adherirse a los principios humanitarios. Todas las organizaciones humanitarias deberían continuar resistiendo la titulización de asistencia de ser posible.

Frances Guy es directora de la región de Oriente Medio de Christian Aid y fue representante de ONU Mujeres en Irak entre mayo de 2012 y diciembre de 2014.

1https://docs.unocha.org/sites/dms/Documents/OOM_HumPrinciple_Spanish.pdf

2http://www.paho.org/per/index.php?option=com_docman&task=doc_view&gid=160&Itemid=

3Óp. cit. 2.

4https://www.icrc.org/spa/resources/documents/article/editorial/humanitarians-danger-article-2011-02-01.htm

5Beckwith, Sam, The Militarisation of Aid in Afghanistan: Implications for Humanitarian Actors and the Way Ahead (April 30, 2012). Available at SSRN http://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=2167857

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