ME DECLARO OBJETORA

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El hecho de ser niña - ¡téngase bien en cuenta NIÑA, porque en este país resulta muy diferente ser niña que niño! - no implica que no vivamos los efectos de la guerra, el autoritarismo, la militarización de la sociedad y las políticas sociales, económicas y políticas.

De hecho somos las mujeres las que, incluso con mayor intensidad, nos vemos sometidas a una cultura que calla, educa para la sumisión y el servilismo y sobre todo somete al autoritarismo, la discriminación, el control, el temor, la represión, la jerarquización, la degradación, el empobrecimiento, la exclusión, la comercialización, que te niega como mujer, como ser, y que, en un sofisma de distracción, te hace creer sujeta de derecho.

Pero además de eso tenemos que sufrir los hermanos, tíos, primos, amigos, extraños que, en aras de garantizar las libertades de todos, deben unirse a un ejército, en donde su aprendizaje es odiar, maltratar, dejar de sentir, dejar de ser humano y que a fin de cuentas no resulta ser quien proteje las libertades de cada uno de los ciudadanos de “nuestra patria”, sino por el contrario el encargado de coartarlas.

Un amigo, tío, primo, extraño que dejamos de ver durante un año o año y medio, según corresponda, porque hasta en este tipo de obligaciones todos no somos iguales. Que recibe un entrenamiento y una experiencia de vida que no compensa el tiempo de soledad, inseguridad, desasosiego, terror, desamor, humillación que se vive…

Afortunadamente, y realmente lo siento y lo expreso, afortunadamente algunos de mis familiares se abstuvieron a prestar el servicio militar obligatorio. ¿Por razones de conciencia? No lo sé, pero lo que sí sé, es que preferían resguardar sus vidas, trabajar, estudiar, amar, sentir, ser humanos, antes que entregar una parte importante de sus vidas, tan solo porque los obligan.

Ahora desde mi posición de mujer, desde lo difícil que resulta ser mujer, ME DECLARO OBJETORA DE CONCIENCIA, no solamente rehusándome a que existan ejércitos, como los de mi país; también me declaro objetora a este modelo económico, social y cultural. Me opongo a las políticas de seguridad que se están implementando a nivel mundial, donde las prácticas de guerra son degradantes y el ser humano se convierte en el muñeco que se puede destruir.

Rechazo completamente un modelo que nos excluye y me niego a participar de esta sumisión impuesta, a un mundo que me dice qué hacer y que me degrada constantemente como mujer, a este patriarcado, a esta jerarquía…

Reivindico un mundo diferente, definitivamente diferente, donde yo, mi mamá, mi papá, mis hermanos, mis amigos, el vecino, la vecina, el campesino, el perro, el gato, la mata, la madre tierra, tengamos derecho a un vida digna con justicia y respeto, y para aquellos que somos humanos con libertad de conciencia, con la plena conciencia de no obedecer, porque yo no quiero obedecer…

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