Desertores en Irak

En caso de guerra, los que se oponen al régimen iraquí son los que más sufrirán

Saddam Hussein temeroso respecto a la lealtad de sus tropas

Cuando, durante la segunda guerra del Golfo en 1991, se hizo evidente la derrota de las tropas iraquíes, se produjeron deserciones en masa. Muchos de los que desertaron perdieron la vida a consecuencia de los bombardeos de los aliados de entonces contra Irak. Otros fueron capturados por las fuerzas de seguridad iraquíes, que se reorganizaron rápidamente cuando se hizo patente que a EE UU no le interesaba derrocar a Saddam. A pesar de ello, el número de deserciones no ha disminuido desde entonces: se calcula que 13.000 desertores huyeron a la zona de control kurdo en el norte de Irak entre 1990 y 1994 (1).

Se desconocen las penas exactas que se imponen por insumisión y deserción. En Irak, las decisiones importantes se toman ad hoc a través de decretos del Consejo de Mando Revolucionario (CMR) y, debido al hermetismo de la sociedad iraquí, a veces resulta difícil averiguar qué decretos siguen en vigor y cuáles han sido sustituidos por nuevos decretos. De acuerdo con el decreto 10/1988 - vigente durante la segunda guerra del Golfo-, la deserción durante más de un año o la reincidencia en desertar se castigaban con la pena de muerte. Sin embargo, no está confirmado si este decreto sigue estando en vigor. (2)

Varios informes dan cuenta de que en los años 90 se castigaba la deserción con la amputación de una oreja y el tatuado de una línea a lo largo de la frente (decreto 115/1994). Miles de desertores fueron víctimas de estas prácticas inhumanas, que el gobierno iraquí justificaba con referencias a la Sharia. Varios informes indican que esta práctica se abandonó en 1996, pero los pormenores del nuevo decreto (81/1996) no han salido nunca a la luz pública.

Informes más recientes sugieren que las amputaciones y el marcado se siguieron practicando después de 1996. (3) Un refugiado iraquí, que desertó a los 22 años, describe esta práctica:

"Como los barrios de la ciudad son sistemáticamente peinados por agentes del partido, unas dos semanas más tarde fui capturado y me llevaron al hospital militar. Ese día debíamos estar unos doscientos allí, no sólo desertores. Había algunos que se encontraban allí por haber "hecho falsas afirmaciones" según informadores del partido. Nos pusieron en fila a esperar nuestro turno. Nos ataron las manos a la espalda y después nos llevaron a un cuarto vacío con una sola cama.

Jamás olvidaré los gritos que se oían al cortar la oreja con un bisturí. No había anestesia, ni interrogatorio. Te cortaban la oreja, te colocaban un pedazo de algodón y pasaban al siguiente. Eso sucedía en el hospital militar de El Qadissiyah. Nos trataban como ganado; nos iban llamando uno tras otro. Tenían que extirpar la oreja entera para que se apreciara bien. Vi a un joven a quien le salía la sangre a borbotones por la nariz, enloquecido por el dolor: iba dando saltos como un pollo degollado, y nadie le prestó la menor atención. A algunos les cortaron las dos orejas." (4)

En 1998, se volvió a adoptar la pena de muerte como condena a la deserción. Ello nos indica que a pesar de los brutales castigos, la deserción se seguía produciendo a gran escala. Puesto que las ciudades no ofrecen un buen escondite, muchos buscan ocultarse en el campo, o bien -lo cual representa la opción más segura de todas- en la zona de control kurdo del norte de Irak. Pero también ahí llegan las fuerzas de seguridad de Saddam Hussein.

Ante la nueva amenaza de guerra, parece que las deserciones vuelven a estar aumentando. En marzo de 2002, Iraq Press informaba de que el número de deserciones había alcanzado una cifra alarmante: hasta el 40% de los llamados no se presentaban a filas. (5) Esto llevó a la suspensión de permisos para los soldados y a una intensificación de la caza de desertores. (6) Mientras tanto, incluso los miembros del partido gobernante Ba'ath se exponen al castigo si saben de un pariente que ha desertado y no lo denuncian a las fuerzas de seguridad.

A pesar de la crueldad de los castigos, se puede prever que el número de deserciones va a seguir aumentando a medida que se acerque la guerra (7). Tan sólo unos pocos de estos desertores conseguirán escapar a países occidentales o del norte, la mayoría se esconderán dentro del propio Irak, o buscarán su suerte en la zona kurda del norte del país. Necesitarán nuestro apoyo al menos tanto como los desertores americanos o europeos que se niegan a participar en la guerra. Lamentablemente, todavía no es posible montar estructuras de apoyo para los desertores iraquíes que no consiguen escapar a Occidente.

El hecho de que existan tantos desertores a pesar de los brutales castigos es un indicador de la fragilidad del régimen iraquí. Es de suponer que precisamente aquellos que se oponen al régimen son los que más sufrirán en el caso de estallar una nueva guerra.

Andreas Speck

IRG/WRI

Notas:

[1] De Volkskrant, 2 noviembre 1994

[2] Human Rights Watch Middle East 1995: Iraqs brutal decrees. Amputation, branding and the death penalty. (Los brutales decretos de Irak: amputación, marcado y pena de muerte) Nueva York, 1995

[3] International Federation of the Human Right Leagues: Iraq: an untolerable, forgotten and unpunished repression. (Irak: una represión intolerable, olvidada e impune) París, 2002

[4] International Federation of the Human Right Leagues: Iraq: an untolerable, forgotten and unpunished repression. París, 2002

[5] La deserción alcanza niveles alarmantes en el ejército iraquí. Iraq Press, 30 marzo 2002

[6] Ejército iraquí suspende permisos y organiza patrullas de captura de desertores. Iraq Press, 21 julio 2002

[7] El número de deserciones se dispara ante los planes bélicos de EE UU. Iraq Press, 6 septiembre 2002; Batida de caza de desertores. Iraq Press, 7

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